viernes, 17 de octubre de 2008

CIUDAD DE BLANCOS, OLORES RANCIOS EN AREQUIPA DEL SIGLO XVI



CIUDAD DE BLANCOS, OLORES RANCIOS EN AREQUIPA DEL SIGLO XVI[1]
Edgar Chalco Pacheco[2]
En historia se pueden hacer investigaciones de diversa naturaleza, temas variados, impensables, que sólo amerita de la motivación, la variedad de fuentes necesarias, la crítica y de la explicación lógica.[3]
Los olores en toda sociedad y en todos los tiempos, siempre estuvieron ahí, siempre marcharon con la humanidad en el proceso histórico. El tema puede provocar diversas reacciones en los lectores, no somos innovadores pero tampoco queremos ser un fiasco, en lo posible será ameno.
¿Cuáles son las ideas o los comportamientos o, cuáles son las conductas o los principios jurídicos o, morales, que no son recibidos, que no pueden ser recibidos (que no son permitidos), que son excluidos del sistema?. De esta manera empiezo a internarme en el tema de los olores en “esta tentativa de explicar fenómenos negativos al mismo tiempo que positivos”.[4]
La reconstrucción de las sensibilidades colectivas es un poco complicada en Historia, entender y explicar las reacciones de las personas en forma colectiva a los cambios olfativos, a las actitudes, a las conductas, frente al otro, frente a la rutina, frente al cambio es muy tedioso.
La ciudad de Arequipa fue creada para blancos (españoles y descendientes) ya que los indígenas vivían en las rancherías o fuera de la ciudad, y los negros en los valles costeños en su mayoría. Esta ciudad fue marcada por los olores que desprendían sus calles todo el periodo colonial hasta avanzado el siglo XIX.
OLOR A PAN, VIZCOCHOS Y PASTELES
En un pueblo pequeño, como Arequipa de esos tiempos, por las mañanas desde muy temprano antes que salga el sol, se sentía el olor a las primeras horneadas de pan, despertaban el olfato de los arequipeños y también el apetito de saborear el pan, bizcochos y pasteles.
Pero el pan debe estar bien preparado, amasado, sazonado, limpio, no crudo ni quemado. Ante la carestía de trigo, el precio del pan se incrementaba.[5]
Los reclamos de los consumidores se presentaban con relación a los pasteles, cuya elaboración debía ser bien higiénica con olor agradable. Sin embargo, las quejas al Cabildo manifiesta que “no se consienta que negras ni indias hagan pasteles, por que les hecha maíz y carne de la tierra (alpaca y llama) y otras cosas que no es justo concebirlas”,[6] debido al aroma desagradable que dejaba en los paladares de los blancos.
Las sanciones impuestas era, quitar el pan de las panaderías y repartirlo a los pobres y algunos vagabundos que eran recluidos en el hospital de pobres de San Juan de Dios en esta ciudad. Esta parte del tema es ingresar a ver los alimentos, la protección del individuo de la salud de los agentes infecciosos.[7]
OLOR A VINO Y BORRACHERAS
En la ciudad de Arequipa se vendía el vino a granel y en botijas en un establecimiento llamado Pulpería, que además vendía pasas, frutas secas, verduras y otros artículos de pan llevar.
Sin embargo se producen casos en que bebían el vino y aguardiente en ese establecimiento, a pesar que estaba prohibido, y más bien deberían hacerlo en las tabernas. Por ello cuando el Cabildo otorga licencia a Juan de Valencia, le quita la denominación anterior de pulpería y se convierta en taberna, y no se venda otra cosa.[8] Debido al gran malestar de la población que compraban otras cosas en las pulperías y el bochorno de los ebrios consumidores.
Los licores como el vino y aguardiente de uva (pisco), al ser bebido por los asiduos consumidores provocaban en ellos unas borracheras terribles. Destacamos un información del Valle de Vitor, donde “los domingos y fiestas, mucha cantidad de negros esclavos de las heredades en el dicho valle, hacen juntos de bayles (sic), borracheras, emplazándose para ello muchos días antes, y con las borracheras cometen muchos y diversos delitos, matándose, hiriéndose y descalabrándose unos a otros…”.[9]
El trinomio, maíz-chicha-borrachera, se enfrenta a la producción de trigo para blancos en este valle del Chili. Las disposiciones eran prohibir que se muela maíz y guiñapo en los molinos[10], y evitar que con la abundancia de maíz los indígenas hagan chicha para sus borracheras[11]. A pesar de la prohibición, cada año cuatro leguas a la redonda de la ciudad, se recogía cien mil fanegas de maíz y sólo cuatro mil de trigo, cuando mucho.[12]
OLOR A CARNE Y A SANGRE
La ciudad contaba con un matadero (camal) donde sacrificaban a los animales entre reces, ovinos, cerdos y otros animales para el consumo de la población, del establecimiento se arrojaba sus aguas malolientes en un charco inmenso en un costado del edificio.
Residuos de sangre fresca y putrefacta mezclada con estiércol del lavado de la menudencia, más el agua estancada, expuestos a la intemperie, fermentados con los rayos solares, llenos de moscas y mosquitos, causaban un olor nauseabundo, ante la queja de los vecinos que vivían cerca de la calle La Palma.
Por esta situación se decide cambiar de lugar el matadero hasta en dos oportunidades. Primero junto a la chacra de Hernando Pizarro.[13] En la segunda oportunidad se vende el matadero,[14] y se compra un terreno en la margen izquierda del río Chili “porque el que agora hay es en daño desta república, por estas se mandó buscar sitio donde no corre perjuicio con su mal olor…”.[15] Es decir alejado del centro de la ciudad.
Las carnes que se vendían en la ciudad deben ser frescas sin mal olor a podrido sin descomposición “el encargado Gaspar de Armenta se obliga la venta de la carne a cuatro arreldes por un peso, con que la carne que diese sea sin carache e buena”.[16]
Las representaciones sociales entre lo bueno y lo malo, entre lo agradable y lo repulsivo, no se puede decir que haya algo universal, sino, se ha hecho algo cultural la preferencia de los olores.[17]
OLOR A PODRIDO Y A ESTIERCOL
Las calles de la ciudad contaban con acequias que conducían el agua hacia los solares de los vecinos y también existía una acequia para los desperdicios. Evitar el mal olor nauseabundo a agua estancada, podrida, mezclada con residuos fecales y basura, era una labor muy tediosa para el Almotacén encargado de la limpieza, tomando medidas por orden del Cabildo para que “no se rompan las acequias e que no se hagan muladares ny se hechen en las calles las cocydades (sic) (heces) que ynfieren en el pueblo y que pene a las personas que lo hicieren…”.[18]
Las calles eran transitadas por personas con carretas y los animales, era común ver recuas y rebaños de caballos, mulos, ovejas, porcinos, etc. Pasaban por el centro de la ciudad haciendo una polvareda causando malestar a los vecinos, el estupor era mayor si en la calle quedaban desperdicios, estiércol de porcino, donde la sensación maloliente era insoportable en pleno sol de medio día.
Por esta situación se prohíbe que los señores que tienen sus “ganados vacunos, cabrunos e yeguas que traen puercos al qual es ganado dañoso… y de aquí adelante para siempre jamás, el ganado de puercos que no anden en partes que hagan daño a ninguna persona, lo puedan traer sólo la carne”.[19]
En lo posible se busca preservar la limpieza de las calles y la salud de los vecinos y pobladores de esta ciudad. Crear hábitos en el aseo, la defecación es decir normas de salubridad y costumbres higiénicas.[20]
OLOR A QUEMADO
Cuando los árboles del escaso bosque se talan, la mala hierba se quema, sobre todo por las tardes, y los humos de diferentes partes se dirigen sobre la ciudad y el medio se hace irrespirable, Muy a pesar de las prohibiciones del Cabildo para no cortar los árboles de la campiña.
En las noches se practicaba un tipo de alumbrado en las calles, se colocaban reverberos de barro con pedazos de tela y grasa (sebo) para ser prendidos con fuego hasta que se consuma. El malestar por el humo que causaba era insoportable por la población, a pesar de ello, pareciera que estuvieran acostumbrados a este ritual registrado en su inconsciente cultural.
La escasez de productos para el alumbrado eran vigilados, controlados por el cabildo sancionando “que de aquí adelante ninguna persona saque sebo de la ciudad de ovejas de la tierra ni de castilla, ni use de el candela, so pena de perdido el sebo y las candelas y cincuenta pesos aplicados…”[21].
Las candelas eran las velas para el alumbrado dentro de la casa y también para los altares de santos en las iglesias
OLORES QUE MATAN
En la Edad Media era costumbre hacer los enterramientos en los atrios de las iglesias, que eran espacios fúnebres muy marcados según los estratos sociales. Personas importantes escogían como sitio de sepultura al pie de su santo de devoción, Juan de la Torre[22] uno de los fundadores de la ciudad es enterrado en la Iglesia Mayor (hoy Catedral), Alonso de Luque[23] otro fundador y primer escribano es enterrado en la Iglesia de San Agustín al pie de San Ildefonso.
En cambio los que pedían exequias fúnebres por cruz alta, eran enterrados en el atrio de la Iglesia (ese pequeño patio entre la reja de ingreso y la puerta de la Iglesia). Los de cruz baja eran enterrados en la parte posterior de la Iglesia (era como un canchón pero esta dentro del espacio sagrado). Sin embargo, los que eran enterrados por caridad,[24] es decir los pobres, el que “no tiene donde caerse muerto”, eran sepultados en la parte posterior de la Iglesia fuera del canchón o espacio sagrado, porque se creía que su alma iba a penar en el purgatorio y no era seguro si llegaría al cielo.
Este espacio sagrado de la Iglesia en sus interiores, al momento de celebrarse las misas, los concurrentes sentían olores nauseabundos a carne putrefacta de los cadáveres sepultados en abundancia unos sobre otros durante muchos siglos, mezclados con olores a flores propios de los velorios, también mezclado con los humos de las candelas (velas de sebo), más los hedores rancios de las personas, es decir, era impresionante el sacrificio por la devoción en la creencia religiosa soportar como dos horas el ritual de la misa.
Años después a fines del siglo XVIII, las autoridades tienen un interés por los cementerios abiertos al público, por motivos higiénicos de salubridad. “Las discrepancias respecto a las inhumaciones dentro de las Iglesias se resumen en un problema sanitario, los templos antes del amanecer eran ventilados y aún así eran frecuentes las enfermedades contraídas por haber respirado las exhalaciones que se desprendían del suelo”.[25] En los tiempos modernos obligaban a establecer cementerios fuera del casco urbano de las ciudades.
Las enfermedades de la época causaban la muerte a las personas muy pronto, debido a la ausencia y descubrimiento de las medicinas. Sin embargo, se tomaban medidas de precaución, “por cuanto la pestilencia de viruelas y sarampión que ha llegado a esta ciudad tiene alarma y a parte de los vezinos y naturales de ella y su comarca caydos y enfermos y muertos, y por esta causa no había quien quién acudiese a recoger el trigo…”.[26] Años anteriores trajeron indígenas de la zona de Collaguas y Condesuyos para la reconstrucción de la ciudad después el terremoto de 1582, los tuvieron en cuarentena en las rancherías y en la pampa de Miraflores por más de un mes, antes de ingresar a la ciudad.
OLORES PERSONALES
Población que no estaba acostumbrada al aseo ni al baño diario, que convivía con sus hedores rancios propios de actividades agrícolas y de calles polvorientas como Arequipa. Era natural el miasma corporal y que para combatir estos olores utilizaban perfumes importados desde Francia, lugar especializado en estas fragancias artificiales, ocultado, enmascarando su naturalidad. En realidad esta parte del tema es muy apasionante que lo presentaremos en otra oportunidad.
VIGILAR Y CASTIGAR
Si bien el título corresponde a una obra de Michel Foucault[27], es una de las características del control en esta ciudad impuesta por las autoridades, a todos aquellos hechos, actos y situaciones que contravengan el normal funcionamiento de la ciudad.
Pero castigar por el solo hecho de sancionar a los infractores no era una de las preocupaciones del Cabildo, se tiene conocimiento de pocos sancionados sobre todo por los Fieles Ejecutores. Sin embargo, vigilar, era la característica más apropiada, para que no se cometan estos actos contra el orden establecido, la labor del Alguacil y sus tenientes era más importante en su carácter disuasivo, que una penalidad sin cambios de conducta.

EVITE EL PLAGIO, CITAR LA FUENTE:
[1] Publicado EN: Revista HISTORIA Nº7, (ISSN 2220-3826) de la Escuela Profesional de Historia UNSA. Arequipa, Perú. octubre 2004 pp.87-94
[2] Profesor de la Escuela Profesional de Historia de la UNSA.
[3] Le Goff Jacques, Pensar la Historia. Ed. Paidos, Barcelona, 1999
[4] Foucault Michel, Estética, Ética y Hermenéutica. Ed. Paidos, Barcelona, 1999. p.75
[5] AMA: LAC: 02:f.206v, Acuerdo de Cabildo de fecha 26 de junio de 1562
[6] AMA: LAC: 06:f.109, Acuerdo de Cabildo de fecha 18 de enero de 1591
[7] Certeau, Michel de “La Invención de lo Cotidiano” Vol.2 Ed. Iberoamericana México 1999 pp.168
[8] AMA: LAC: 007:f.271v Acuerdo de Cabildo de fecha 01 de febrero de 1578
Conf. Chalco Pacheco, Edgar, “Las Regidores Perpetuos de Arequipa” Tesis para optar el título de Licenciado en Historia. UNSA. Arequipa 1993 p.178
[9] AMA: LAC: 06:f.110v, Acuerdo de Cabildo de fecha 01de febrero de 1591
[10] AMA: LAC: 05:f.40v, Acuerdo de Cabildo de fecha 18 de enero de 1585
[11] AMA: LCED: 01:f.148, Cédula dada en Los Reyes de fecha 28 de mayo de 1586
[12] Loc. Cit.
[13] AMA: LAC: 02:f.100, Acuerdo de Cabildo de fecha 03 de marzo de 1559
[14] AMA: LAC: 03:f.204v Acuerdo de Cabildo de fecha 04 de febrero de 1574
[15] AMA: LAC: 03:f.205, Acuerdo de Cabildo de fecha 04 de marzo de 1574
[16] AMA: LAC: 01:f.81, Acuerdo de Cabildo de fecha 19 de setiembre de 1549
[17] Candau, Joel “Hay una uniformización del gusto a causa de la industrialización de los alimentos más comunes”. (Antropólogo especializado en Ciencias Sensoriales)
http://www.consumaseguridad.com/web/es/sociedad_y_consumo/2004/07/15/13399.php
[18] AMA: LAC: 01:f.109v Acuerdo de Cabildo de fecha 16 de abril de 1550
Conf. Chalco Pacheco, Edgar, “El Cabildo de Arequipa S-XVI” Tesis para optar el grado de Bachiller en Historia. UNSA. Arequipa 1991 p.52
[19] AMA: LAC: 01:f.191, Acuerdo de Cabildo de fecha 27 de mayo de 1552
Conf. Chalco Pacheco, Edgar, “Las Regidores Perpetuos de Arequipa” Tesis para optar el título de Licenciado en Historia. UNSA. Arequipa 1993 p.169
[20] Corbin, Alaín “El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social”, Ed. FCE. México, 1987, pp.85
[21] AMA: LAC: 01:f.306v Acuerdo de Cabildo de fecha 13 de diciembre de 1555
[22] Chalco Pacheco, Edgar “Ángeles Piadosos en el Cementerio de la Apacheta”, Rev. Historia Nº5 UNSA. Arequipa 2002 pp.131
[23] Ibidem, pp132
[24] Ver: Libros de Defunciones del Archivo Arzobispal de Arequipa.
[25] León L. Marco A. Sepultura Sagrada, Tumba Profana. Edit. LOM, Santiago 1997 p.26-27
[26] AMA: LAC: 05:f.390v Acuerdo de Cabildo de fecha 26 de diciembre de 1589
[27] Michel Foucault “Vigilar y Castigar” Ed. Siglo XXI Madrid 1998

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