miércoles, 2 de noviembre de 2011

VÍCTOR APAZA QUISPE, ALMA MUNDO DEL CEMENTERIO LA APACHETA DE AREQUIPA

VÍCTOR APAZA QUISPE, ALMA MUNDO DEL CEMENTERIO LA APACHETA DE AREQUIPA
Edgar Chalco Pacheco*




CEMENTERIO GENERAL DE LA APACHETA
En los inicios de la vida republicana de Arequipa se formó el Cementerio de La Apacheta (nombre quechua que se debe a un montículo, paraje, lugar donde se amontonaban piedras y se dividen dos caminos, en Aymaras Taypi, es división, del mundo presente con el más allá, es el otro camino[1]), la construcción se atrasó por muchísimos años, recibió impulso del Prefecto Gutiérrez de La Fuente en 1828, el Cementerio de Yanahuara se clausuró en 1835 para adscribirse a este Panteón General.
El Cementerio General de La Apacheta, se encuentra ubicado en el actual distrito de José Luis Bustamante y Rivero, al pie del Cerro Salaverry. Según Francisco Mostajo, su ubicación fue asignada por el Libertador Simón Bolívar, en consideración a que este lugar anteriormente fue Campo de Batalla contra invasores realistas o españoles.
Según Don Mariano Felipe Paz Soldán en su Diccionario estadístico dice que el panteón se empezó a construir en el año 1826 y su estreno tuvo lugar en el año 1833 con el entierro de los restos mortales del héroe arequipeño Don Mariano Melgar.

Sin embargo La Apacheta fue plenamente habilitada en 1843, a la vez que se disponía el cierre del de Miraflores[2], (aunque en la práctica fue distinto), fue inaugurado con una ceremonia de ritual fúnebre con los restos del prócer de la independencia Mariano Melgar, con un discurso del Dr. Deán Juan Gualberto Valdivia y Cornejo (quien fuera secretario del Mariscal- Andrés de Santa Cruz, durante la Confederación Peruano-Boliviana).
Este cementerio fue administrado inicialmente por la Municipalidad Provincial de Arequipa, desde 1833 hasta 1873, año en que se entregó la administración a la Sociedad de Beneficencia de Arequipa; tiene un área actual de 13.50 hectáreas.

EL ALMA MUNDO
Para la mentalidad andina, en todo cementerio siempre existe una tumba principal que pertenece al alma mundo (o mundo alma) de tal manera que con esta tumba recuerdan a los fundadores de su comunidad o Ayllu. La persona que visita la tumba de su pariente difunto, nunca debe de olvidarse de saludar también al “alma mundo”[3].

En la cultura de los pueblos, en el caso de los Urus de Chipaya, los muertos son parte importante de la comunidad. El contexto originario destaca su presencia e influencia en todas las actividades: trabajo y producción, enfermedades, fiesta, problemas de conducta social. En la cosmovisión se trata a los difuntos con cariño, con poca pena, pero con profundo respeto y consideración. Todos conocen el poder que tienen[4].

Las personas reconocidas, las originarias, las autoridades, los fundadores, tienen  mucha importancia y un lugar especial, porque de su compromiso y su ritualidad depende la vida de los habitantes. Los Jilaqata (personas encargadas del ritual) representan las llaves del cementerio o las llaves de los muertos, porque abren el primero de noviembre y cierran el dos de noviembre. La Fiesta de Todos Santos tiene una connotación que ayuda a integrar mejor a la comunidad de los difuntos más antiguos con los hombres legendarios que fundaron este pueblo Uru. Algunos originarios también les llaman Mundo Alma[5].

Esta tumba coincide con el Calvario de los cementerios católicos particulares[6], quiere decir que con el sincretismo católico se mezclan las costumbres y prácticas mortuorias en la comunidad de vivos con la de los difuntos.

“Estos difuntos forman un grupo que, por un lado, infunde temor, mientras que, por el otro lado, es considerado como un grupo que está estrechamente relacionado con las vicisitudes de los vivientes. Ellos forman parte de la comunidad de los vivos: hay una convivencia entre los vivientes y las almas de los parientes difuntos. Estos últimos necesitan de la ayuda de los vivientes, mientras que, al mismo tiempo, pueden prestar servicios a los vivos. Al revés es lo mismo: los vivos necesitan de la colaboración de las almas de los difuntos, por ejemplo para conseguir buenas cosechas… De esta manera el principio de colaboración mutua que se practica entre los miembros de la comunidad humana, recibe una prolongación en esta comunidad que se extiende hacia los difuntos”[7].

LOS “SANTOS POPULARES”
En la década del setenta, Susana Chertudi y Sara Newbery definieron a las canonizaciones populares como aquellas que tienen por objeto de culto personas que han sido santificadas por el pueblo, es decir, que en su proceso de canonización no había intervenido la Iglesia Católica como institución. Es más, la Iglesia reprueba estas muestras de fervor religioso que suele definir como supersticiones[8].
Existen comportamientos colectivos que son difíciles de explicar, por ejemplo por qué la persona que llevó una vida común, incluso a veces hasta reprochable, se convierte después de su muerte en un objeto de culto religioso, debido a que se cree que su alma se encuentra en la gloria y que puede convertirse en intercesora ante Dios o adquirir un poder sobrenatural capaz de hacer milagros. También podríamos llamarlo devociones populares.
Es ahí que las sensibilidades, de un sector de la población, donde las fuerzas de estos creyentes, de seguir luchando en la pobreza y miseria, los llevan a cometer atrocidades, robos, crímenes, pasando al mundo del lumpen. Su lucha de clamar perdón por los errores, no tiene eco en los santos católicos, “pues estos le fallaron” en sus horas cruciales. Entonces recurren a otras creencias, fuera de la Iglesia Católica, ante imágenes (tumbas) que representan a sus vacíos y ansiedades, a imágenes que son su reflejo, son como ellos, y que se convierte en uno más de su mundo espiritual.

Las tumbas de estos personajes son las más concurridas, los más venerados, llenos de velas, flores y adornos. De esta manera por este sincretismo se convierte en personaje principal del cementerio, “Alma Mundo”. Los creyentes en estas “tumbas sagradas”, cuando visitan el cementerio primero van a la tumba del “Santo Popular” y después a la de sus familiares, o a la inversa, pero tienen que saludar el “Alma Mundo”, donde se convierte en intermediario entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, bajo un principio de colaboración mutua, podríamos decir reciprocidad, los ruegos más comunes, las promesas realizadas y los castigos ante el incumplimiento, los diversos homenajes y evocaciones, son la característica de este diálogo, donde, algunas son supervivencias de ancestrales costumbres andinas.

El pensamiento de la población andina en gran parte migrante de la sierra sur del Perú, hacia esta ciudad de Arequipa, ubicados en la zona de la Pampa de Miraflores, parte alejada del Barrio de San Lázaro, (Puno, Cusco Ayacucho Moquegua, Tacna) pudieron identificarse con las actividades de las personas muy representativas y de mucha relación con la gran parte de la población. Por ello que ante la desaparición y muerte de la persona importante, le rinden mucho reconocimiento y luego continuo fervor y terminando en devoción.

Un caso que se tiene en Lima con Sarita Colonia, “El culto a Sarita manifiesta una necesidad de identificación con un personaje ideal. No obstante, lo curioso es que a este ideal, que conserva los rasgos típicos del santo más allá de cualquier latitud social o cultural (bondad, caridad, piedad, humildad, modestia, devoción, compasión), se le agregan ingredientes propios de los sectores emergentes que crean el personaje: Sarita es la primera santa chola migrante. Es decir, los sectores andinos migrantes, en transformación, hallaron en ella a su heroína o, si se quiere, a su interlocutora ante Dios. Se compara con Melchorita Saravia, de Chincha (+1951) y con Luisita de Humay, de Pisco (+1869)”[9].

Pero en Arequipa, curiosamente después de 1971, cobra importancia la visita a la tumba de Víctor Apaza[10], que es una de las más famosas del Cementerio de la Apacheta, muy concurridas hasta la fecha, como que ante la ausencia de la tumba de la Chavela, hace volcar las creencias a la tumba de Apaza.
Y es que ante la ausencia de un Santo de rasgos faciales andinos. En el cementerio de la Apacheta se hace reverencia a Víctor Apaza, por la creencia, de un sector de la población, que ha hecho milagros y su tumba es la más cubierta de flores y velas todos los días, la visitan primero antes de ir donde sus difuntos[11]. Pero el problema es difícil de explicarlo, es la población quien sufre el martirio del otro, le dicen pobrecito, si era inocente, la aflicción y admiración lo convierten en veneración y santificación popular etc. Nadie llama a V. Apaza como “santo” pero lo tratan como tal, de esta forma el pueblo lo sitúa dentro del conjunto del panteón cristiano, V. Apaza es el nuevo intercesor entre Dios y los hombres.[12]

En la creencia popular, -de la zona andina desde México hasta Tierra de Fuego-, la sangre de los inocentes es sagrada, milagrosa, por ello la devoción, de sus fieles. Este aspecto se nota en el caso de Víctor Apaza, se cree que no debieron sentenciarlo ni fusilarlo, porque ya se iba a suprimir la pena de muerte en todo el país. El mismo caso se da en la Ciudad de Huancayo, y en la ciudad de Cajamarca con Udilberto Vásquez Bautista[13], también fusilado por el gobierno militar, en tal sentido reiteramos algo que también ocurrió en Argentina con el caso del Gauchito Gil donde se menciona “Era sabido que la sangre de inocentes servía para hacer milagros”[14].
También se menciona que el hueso del esqueleto humano, tiene mucho poder, y si fuera una calavera es mucho mejor, para la creencia popular. Se menciona en los comentarios que lo que se le pide lo pone la persona que solicita: salud, dinero, trabajo, amor, en casos que se necesite valor para enfrentar una situación y fundamentalmente protección a los viajeros.

Para el caso de Víctor Apaza el pueblo desagravió a Víctor por el exceso de los Magistrados, es vox populi, el rumor popular es muy fuerte, La coyuntura política de esos años, cuando el Gral. Velasco quiere reformar el Poder Judicial definitivamente separar los fueros (es conocido se creó el fuero privativo de trabajo y fuero privativo agrario, que funcionaban separado) es cuando se tienen comentarios que en el Perú todos los poderes del Estado se transforman –Ejecutivo, Legislativo-, pero el poder Judicial, no), se tiene respuestas, que las ciudades que visita Velasco en el interior del país, le responden con un fusilamiento de sus sentenciados.
Víctor Apaza se gana el respeto y aprecio de los internos del penal, es trabajador, deja un testamento ante notario de todos sus bienes, a sus hijas (material trabajado en el penal). Fue sentenciado a 25 años de cárcel, pero cuando apelan a la Suprema, aquí se da la pena capital, no hay argumento, era conviviente, no era casado con la víctima.

Después del entierro, Víctor cobra importancia en Arequipa porque ya no se tiene a los restos de la “Chavela”, muy venerada por este sector popular de la población, y es la sangre inocente (no debió ser fusilado) que sana que cura, los huesos, el cuerpo que está presente en el cementerio, y ese sincretismo con lo andino, que lo hace diferente de las demás sepulturas, “alma mundo”.
La veneración a los huesos, es muy ancestral, como las momias incas, o las calaveras, segundo enterramiento en Puquina, escarbo de huesos en Cayma , y otros tantos que en toda la cordillera de los andes desde tierra de fuego, las ñatitas en Bolivia, las calaveras y "La Flaca" esqueleos en México etc. Pues el hombre andino trata de encontrar algo que lo represente y sea recíproco consigo. 
Ver art. sobre La Chavela:
http://edgarchalcop.blogspot.com/2011_08_01_archive.html
LAS IMÁGENES SON DE HOY 02-11-11

BIBLIOGRAFÍAAcosta Orlando. La Muerte en el Contexto Uru: Caso Chipaya. En ECO ANDINO, Año 3, Nº5. Oruro: Revista del Centro de Ecología y Pueblos Andinos, 1988.
Berg, Hans van den, Religión Aymara. En. Berg, Hans van den, y Schiffers, Norbert La Cosmovisión Aymara, La Paz: HISBOL. (1992):291-308.
Galdos Rodríguez, Guillermo. Una Ciudad para la Historia, una Historia para la Ciudad, Arequipa en el siglo XVI. Arequipa: Ed. EDIUNSA, 1996.
Gutiérrez, Ramón. Evolución Histórica Urbana de Arequipa 1540-1990. Lima: Edit., Epígrafe, 1990.
Kessel, Juan van. Cuando Arde el Tiempo Sagrado. La Paz: HISBOL. 1992.
León León, Marco Antonio. Sepultura Sagrada, Tumba Profana, Los Espacios de la Muerte en Santiago de Chile. Santiago: LOM 1997.
Thomas, Louis-Vincent. Antropología de la Muerte. México: Edit. F.C.E. 1ra. Reimp. 1993.

* Universidad Nacional de San Agustín.
[1] Bertonio, Ludovico, Vocabulario de la Lengua Aymara 1612, edic. Facimilar  MUSEF, La Paz Bolivia, 1984 p23, Segunda Parte.
[2] Gutiérrez, Ramón, Evolución Histórica Urbana de Arequipa 1540-1990,  Epígrafe 1992 p124
[3] Kessel Juan Van “Cuando arde el tiempo sagrado” HISBOL , La Paz 1992 p.94-95
[4] Acosta Orlando  “La muerte en el contexto Uru: Caso Chipaya” En: ECO ANDINO, Año 3, Nº5, Revista del Centro de Ecología y Pueblos Andinos, Oruro, Bolivia, 1988, p.8-9
[5] Acosta Orlando  “La muerte en el contexto Uru: Caso Chipaya” En: ECO ANDINO, Año 3, Nº5, Revista del Centro de Ecología y Pueblos Andinos, Oruro, Bolivia, 1988, p.32
[6] Kessel Juan Van “Cuando arde el tiempo sagrado” HISBOL , La Paz 1992 p.95
[7] Berg, Hans van den, Religión Aymara. En. Berg, Hans van den, y Schiffers, Norbert. La Cosmovisión Aymara, La Paz: HISBOL. 1992, pág. 295.
[8] Extraído del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA .Fuente: Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA.  http://www.cuco.com.ar/. (Citado 20-10-2010). Disponible:
[9] Hernández Lefranc, Harold. Sarita Colonia: Una Santa Emergente.  (Citado-02-11-2010) http://www.puntodeequilibrio.com.pe/punto_equilibrio/01i.php?pantalla=noticia&id=15074&bolnum_key=4&serv_key=2100
[11] Tumba de Víctor Apaza Quispe falleció el 17 de setiembre de 1971, Nicho Nº22 “pabellón San Hilarión” del Cementerio de La Apacheta, Arequipa
[12] Ronzelen de Gonzales, Teresa Van, “Víctor Apaza: La emergencia de un santo” EN: Rev. América Indígena Vol-XLV, Nº4 diciembre 1985 pp.647-668